"El mar es el último refugio que me resta" A.Pérez-Reverte

27 febrero 2008

AMO A DEHARNO DE PROTOCOLO



Hay un director de negocios del sector Movistar de Telef��nica ���evitaremos el nombre, para no ensa��arnos con la criatura��� que me escribe de vez en cuando y a quien no conozco de nada. Quiero decir que nunca hemos ido juntos al colegio, ni frecuentado los mismos restaurantes con amigos comunes, ni trabajado en el mismo peri��dico, ni en la tele. Tampoco creo que nos hayan presentado nunca. Es posible, eso s��, que compartamos aficiones; que le gusten los libros viejos, y las pel��culas de John Ford, y el mar, y las se��oras a las que uno puede llamar se��oras sin necesidad de estar conteni��ndose la risa. Es posible todo eso; e incluso que, en el fondo, ��l y yo seamos dos almas gemelas, que en la barra del bar de Lola o en cualquier sitio parecido pudi��ramos calzarnos unas ca��as filosofando sobre esto o sobre lo otro. Pero eso no lo sabremos nunca. Por otra parte, ni siquiera sus cartas son personales. Si lo fueran, si las palabras que me dirige y firma tratasen de asuntos particulares entre ��l y yo, lo que estoy escribiendo tendr��a menos justificaci��n. Cada cual elige su tono, y ese director de negocios de Telef��nica podr��a, quiz��s, usar los t��rminos que le viniesen en gana para dirigirse a m��. Pero no es as��. Sus cartas son formales, profesionales. De empresa que presta sus servicios al cliente que los usa y disfruta. Para entendernos: yo pago y ��l cobra. Y sin embargo, f��jense, va ese gach�� y me tutea: ��Estimado cliente. Nos complace comunicarte...��. Dir��n algunos de ustedes que qu�� m��s da.Que los tiempos cambian. Pero me van a permitir que no est�� de acuerdo. Los tiempos cambian, por supuesto; y a menudo m��s para bien que para mal. Pero una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa. A lo mejor lo que pasa es que algunos directores de negocios de Telef��nica, sus asesores y sus publicitarios, relacionan eso del tel��fono m��vil y toda la panoplia con gente joven en plan colegui, o sea, mensaje y llamada desde el cole con buen rollito, subid��n y dem��s, a qu�� hora quedamos para el botell��n, t��a, etc��tera. Pero resulta que no. Que el tel��fono m��vil no s��lo lo utiliza la hija quincea��era del director de negocios de marras, sino tambi��n dignas amas de casa, abuelitos venerables, acad��micos de la Historia, comandantes de submarino, patriarcas gitanos y novelistas de cincuenta y seis a��os con canas en la barba. Algunos, tan antiguos de maneras que tratamos escrupulosamente de usted a la gente mayor, y a los desconocidos, y a los taxistas y a los camareros y a los dependientes ���empleados de Telef��nica incluidos���, como a cualquiera que por su trabajo nos preste un servicio, aunque se trate de gente jovenc��sima. Hablar de usted a la gente en general supone respeto, convivencia, educaci��n y delicadeza. Por eso el tuteo rebaja y molesta a muchos destinatarios, entre los que, es evidente, me cuento. Cosa distinta es recurrir al tuteo ���Permitidme tutearos, imb��ciles, por ejemplo��� de forma deliberada, buscando la ofensa. Eso de insultar ya es cosa de cada cual, y cada cual tiene sus m��todos. Pero dudo que insultarme sea intenci��n del director de negocios de Telef��nica que me env��a las putas cartas. En fin. Resulta muy significativa de c��mo andan las cosas una conversaci��n que sorprend�� hace poco en una cafeter��a de Madrid. Un camarero emigrante hispanoamericano, reci��n llegado de su patria y en el primer d��a de trabajo, alternaba desconcertado el tuteo y el usted dirigi��ndose a los clientes. Se le ve��a indeciso entre las maneras aprendidas all�� ���donde suele hablarse nuestra lengua con la mayor educaci��n del mundo��� y las formas, ��speras y bajunas, manejadas en Espa��a. Al cabo, un compa��ero le aconsej��: ��Aqu��, de usted a todo el mundo. En la calle, lo que te pida el cuerpo��. En el extremo opuesto de tan sensato camarero, recuerdo tambi��n a una ministra nacional pidiendo a los periodistas que la tutearan. ��Amo a deharno de protocolo��, dijo la pr��jima; ignorando que en Francia, por ejemplo, a un periodista que no llama monsieur le ministre a un ministro pueden echarlo de la sala de prensa a patadas en el culo. Pero que una ministra espa��ola olvide la dignidad de su cargo ���que no es suyo, sino de la naci��n a la que representa��� no significa que esto sea una pe��a de compadres. Aunque a veces lo parezca en los tiempos que corren, no todos guardamos puercos juntos, all�� en nuestra tierna infancia. Cosa que, ojo, digo parafraseando a los cl��sicos. Me apresuro a puntualizar eso antes de que la oeneg�� Porqueros y Porqueras sin Fronteras ���apuesto lo que quieran a que tambi��n hay una��� me llene de cartas airadas el buz��n. O sea, que me limito a citar. Que conste. Y a��n matizo m��s: dicho sea con todo respeto, a��ado, para los que guardan puercos.


El Semanal 2 de marzo de 2008

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