"El mar es el último refugio que me resta" A.Pérez-Reverte

23 abril 2008

La paradoja del 2 de mayo


El pr��ximo viernes se cumplen doscientos a��os del 2 de Mayo, d��a en que Madrid se sublev�� contra los franceses. No fue, como la historiograf��a tradicional afirm�� durante dos siglos, un alzamiento masivo de toda la naci��n. Eso vino despu��s, a partir del 3 de mayo. Y con reservas. Las palabras masivo y naci��n deben ser manejadas con cuidado, como cada vez que se consideran los lugares comunes de la triste historia de Espa��a. Lo indiscutible es que en Madrid hubo una sublevaci��n, y que quien empu���� las armas fue la gente m��s humilde, haci��ndose cargo a tiros y pu��aladas de una soberan��a abandonada por sus gobernantes. As��, el pueblo dio una lecci��n de dignidad y decencia. Tambi��n dio una lecci��n de incultura pol��tica y de fanatismo religioso, equivoc��ndose de enemigo; pero ��sa es otra historia. Los hechos son los hechos. El 2 de Mayo, con enemigo equivocado o no, fue una haza��a hist��rica. Como tal debe recordarse. Punto. Ese d��a luch�� muy poca gente. Es dudoso que en aquella ciudad de 160.000 habitantes se batieran de verdad m��s de tres o cuatro mil personas. La aristocracia, la gente de orden, los altos mandos del ej��rcito y la mayor parte de ��ste se quedaron en casa, mirando. Todo acab�� como todos sabemos y como Goya nos recuerda. Pero esa jornada, que pod��a haberse limitado a una insurrecci��n de cuatro o cinco horas, tuvo notables consecuencias. Hizo que Espa��a entera ���cada uno a su modo, como solemos, unos voluntarios y otros a la fuerza��� tomara conciencia de s�� misma, de lo que era desde hac��a muchos siglos, y se levantara, solidaria ���otra palabra imprecisa, trat��ndose de espa��oles���, en una contienda larga y cruel que cambi�� nuestra historia y la de Europa. Por eso el 2 de Mayo es tan importante. Porque fue origen del complejo e interesante proceso que vino despu��s, incluida la primera Constituci��n en 1812. Esos pobres carpinteros, mendigos, alba��iles, rufianes, manolas y chisperos, compatriotas de todos los lugares y de las colonias americanas, que se batieron en Madrid, merecen ser recordados por muchas razones: por los 409 de ellos que murieron y los 160 que quedaron heridos, y sobre todo por la lecci��n de coraje que dieron, demostrando un par de cosas: que a la hora de dar la cara los espa��oles est��n siempre por encima de sus gobernantes, y que siglos de incultura, opresi��n eclesi��stica, visceralidad y fanatismo cerril nos convierten en principales enemigos de nosotros mismos. Que el resultado final de aquel inmenso sacrificio fuese el regreso, entre v��tores, del rey m��s infame de nuestra historia, no deja de ser espa��ol��sima y natural paradoja. Pero cada cual tiene lo que merece tener. En cualquier caso, insisto: el triste resultado de lo que empez�� en 1808 no destruye el m��rito de la haza��a. Lo que s�� debe hacer es mover a reflexi��n. Por eso es bueno conmemorar desde la lucidez y el rigor. Homenajear a aquellos hombres y mujeres, recordar lo que hicieron, es objeto de una exposici��n que acaba de inaugurarse en Madrid, en las instalaciones del Canal de Isabel II. Se titula 2 de mayo de 1808. Un pueblo, una naci��n, y responde a una ambici��n concreta y limitada: despojar a esa jornada, en lo posible, de dos siglos de interpretaciones diversas, partidistas, contradictorias y discutibles, recobrando a cambio la narraci��n objetiva, el pulso de la epopeya de un pueblo indefenso que crey�� su deber y su dignidad alzarse en armas, y que a partir del d��a siguiente fue secundado por una naci��n entera. Les cuento hoy todo esto porque participo en el asunto y estoy orgulloso de ello. Despu��s de la publicaci��n de un libro m��o sobre el 2 de Mayo, el Canal de Isabel II me hizo el honor de confiarme la direcci��n de ese tinglado. La idea ha sido crear un espacio virtual, objetivo, abierto al gran p��blico; una intensa recreaci��n hist��rica, muy did��ctica, que a modo de t��nel hacia el pasado haga viajar al visitante en el tiempo, movi��ndolo por aquel Madrid apasionante y terrible, durante las veinte horas transcurridas entre las ocho de la ma��ana del 2 de Mayo y las cuatro de la madrugada del d��a siguiente: uniformes, v��deos, sonidos, pel��culas, armas, grabados, cuadros, recreaciones de situaciones y combates. Un relato audiovisual, intenso, casi f��sico, que haga posible comprender a��n mejor las palabras que el emperador Napole��n, confinado en la isla de Santa Helena, confi�� a su asistente Las Cases: `Desde��aron su inter��s sin ocuparse m��s que de la injuria recibida. Se indignaron con la afrenta y se sublevaron ante nuestra fuerza. Los espa��oles en masa se condujeron como un hombre de honor��. Pueden darse una vuelta por all��, si les interesa el asunto. Hasta septiembre pueden hacerlo, creo. Ya me dir��n luego si merece la pena. El Semanal 27 de Abril de 2008

2 comentarios:

supersalvajuan dijo...

La única manera de ganar era no participar. España siempre pierde.

Sirenita dijo...

Pues te voy a dar la razón, pero no te acostumbres eh?

:)

Gracias por tu visita.

(¿de donde sacas esa cosas tan raras en tu blog?)