"El mar es el último refugio que me resta" A.Pérez-Reverte

07 abril 2008

Vida de este capitán


Como saben los veteranos de esta p��gina, Javier Mar��as y el arriba firmante tenemos una vieja relaci��n fraguada en XLSemanal antes de que ��l se trasladara con la tecla a otra latitud y longitud. De esa amistad proviene mi t��tulo de fencing master de la pintoresca corte de Redonda; de la que Javier tuvo a bien honrarme, en su momento, con el no menos pintoresco t��tulo de duque de Corso, que cargo con la resignaci��n adecuada y con cuanto garbo puedo. Lo que algunos de esos lectores no saben es que el reino de Redonda tambi��n lleva a cabo una singular labor editorial, rescatando libros interesantes y raros, dif��ciles de encontrar en el mercado editorial espa��ol. Diremos en honor de mi compadre que editar esos libros le cuesta un huevo de la cara, pues las ventas nunca compensan los gastos. Pero cada cual tiene sus oscuras pasiones. Otros invierten en la Bolsa, coleccionan patos de Lladr��, o se van de putas. Es el caso que hoy no tengo m��s remedio que darle cuartelillo en esta p��gina, por la cara, a la editorial del reino de Redonda, porque el maldito perro ingl��s me ha liado con uno de tales libros, pidi��ndome el pr��logo. Casi nunca hago eso ���non sum dignus de tales jardines, y doctores tiene la Iglesia���, excepto cuando se trata de un amigo ��ntimo que me pone entre la espalda y la pared, como dir��an algunos de los muchos analfabetos que viven ���de modo vergonzoso, pero como califas��� de la pol��tica en Espa��a. Y esta vez Javier me acorral�� sin escapatoria posible: se trataba de prologar, compartiendo papel con el ya cl��sico ensayo de Ortega y Gasset sobre el personaje en cuesti��n, la Vida del capit��n Alonso de Contreras: uno de mis h��roes m��s conspicuos desde que me asom��, por primera vez, a su fascinante, aventurera y espadachinesca biograf��a; hasta el punto de que a ese personaje ���entre muchos otros hombres y libros, cierto, pero a ��l de modo especial��� debe en parte la vida mi viejo amigo Diego Alatriste. Y cr��anme, bajo esa palabra de honor a la que, por lo visto, ya nadie acude en nuestra Espa��a bajuna y embustera: al mencionar aqu�� la Vida de este capit��n Alonso de Contreras, el favor no se lo hago a quien lo edita, sino a quienes gracias a ��l podr��n leerlo. No por mi pr��logo, claro, que resulta perfectamente prescindible, sino por el ensayo de Ortega y, sobre todo, por el texto extraordinario de las memorias del veterano soldado espa��ol del siglo XVII: no hay novela de aventuras comparable a esa vida narrada con estremecedora naturalidad, sin asomo de pretensi��n literaria. Una vida profesional pasada sobre las armas, que constituye, puesta por escrito, un documento ��nico sobre aquel espacio ambiguo e impreciso que fue el Mediterr��neo de su tiempo: frontera m��vil de aventura, horror y prosperidad, patio trasero de Oriente y Occidente donde se conoc��a todo el mundo, recinto interior de potencias ribere��as que all�� ajustaron cuentas mezclando carne, acero, sangres y lenguas, renegando, negociando y combatiendo entre s�� con la tenacidad memoriosa, mestiza y cruel de las viejas razas. De un tir��n, el capit��n Contreras escribi�� su vida sin pretensiones de que el laurel de la fama p��stuma le adornase el retrato. Era un soldado profesional recordando; nada m��s. Y esa honradez narrativa resulta lo m��s asombroso de su historia. Va sin rodeos al grano, describe acciones, temporales, lances de mujeres, peripecias cortesanas, duelos, abordajes, crueldades, venturas y desventuras, con la naturalidad de quien ha hecho de todo eso su vida y oficio, dispuesto a dejar atr��s una mezquina y triste patria asfixiada por reyes, nobles y curas; probando suerte en mares azules, bajo cielos luminosos, jug��ndose el pellejo entre corsarios, renegados, esclavos, soldados, presas y apresadores, con la esperanza de conseguir medro, botines y respeto: ��El capit��n mand�� que todos los heridos subiesen arriba a morir, porque dijo: Se��ores, a cenar con Cristo o a Constantinopla��. Contreras escribe as��: escueto y sobrio, sin adornos ni bravuconadas, con espontaneidad y conocimiento ��ntimo de la materia. Sin adornos. Ninguna aurora de ros��ceos dedos, onda azul o espuma nacarada mejorar��a su relato breve y simple de un abordaje sangriento al amanecer, del yantar compartido durante una tregua con el turco que ma��ana ser�� de nuevo enemigo, del lance a cuchilladas en un callej��n oscuro. Alonso de Contreras fue un tipo duro en tiempos duros, y su relato resuena en esta Espa��a de hoy, tan comedida, prudente y pol��ticamente correcta, como un tiro de arcabuz en mitad de una pr��dica de san Francisco de As��s. Nos hace reflexionar sobre lo que fuimos, y sobre lo que somos. Nos divierte, nos aterra y nos emociona. Y ��sas son razones m��s que de sobra para leer un buen libro.

El Semanal 13 de abril de 2008

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