"El mar es el último refugio que me resta" A.Pérez-Reverte

05 mayo 2008

Hombres como los de antes


No siempre quienes frecuentan el bar de Lola son t��os. A veces se cuela alguna torda can��nica, segura y brava, de las que entran taconeando ���o no��� con la cabeza alta; y cuando un desconocido les dice hola, nena, sugieren que llame nena a la madre que lo pari��. Hace un par de semanas entr�� Mar��a: cuarenta largos y una mirada de esas que cortan la leche del caf�� que te llevas a la boca, o deshacen en el vaso la espuma de tu cerveza. ����Y qu�� hay de los pavos?��, me solt�� a bocajarro. ����Qu�� hay de esos ti��alpas ordinarios marcando paquete y tableta de chocolate que parecen salidos de un casting de Operaci��n Triunfo, o de esos blanditos descafeinados y pichafr��as que pegan el gatillazo y se pasan la noche llor��ndote en el hombro y llam��ndote mam��?�� Eso fue, exactamente, lo que me pregunt�� Mar��a apenas se acod�� en la barra, a mi lado. Y como me pill�� sin argumentos ���estaba distra��do mir��ndole el escote a Lola, que fregaba vasos tras el mostrador��� me agarr�� de un brazo, llev��ndome a la ventana. ��Observa, Reverte��, dijo se��alando a un cacho de carne de hamburgueser��a que pasaba vestido con chanclas y camiseta andrajo de marca, zapatillas fosforito, los pantalones cortos ca��dos sobre las patas peludas, rotos y con la bragueta abierta y el el��stico de los kalviklein asom��ndole bajo los tocinos tatuados. Luego se��al�� a otro que pasaba con una mano en un pez��n de su novia y el m��vil en la otra. ��F��jate��, dijo. ��Fulano indudablemente buenorro, cuerpazo sin deformaciones de bocater��a; pero ha decidido ponerse pijoguapo de dise��o y te partes, colega. Y no te pierdas el mene��to leve del culo, aprendido de la tele. Antes imitaban a Humphrey Bogart y ahora imitan a Bustamante. ��C��mo lo ves? Te apuesto lo que quieras a que si la novia tropieza, o lo que sea, lo o��mos cagarse en la hostia y decirle a la churri: joder, t��a, ��vas ciega o qu��? Casi me tiras el Nokia.�� Volvemos a la barra, Mar��a enciende un cigarrillo y me mira de soslayo, guasona, mientras pide una ca��a para m�� y un vermut para ella �����Con aceitunas, por favor�����. Luego me echa despacio el humo en la cara y pregunta, para emparejar con Ava Gardner y compa����a, d��nde est��n ahora aquellos pavos con registros que iban de Clark Gable a Marlon Brando. Aquel blanco y negro, o technicolor, donde lo m��s ligero que una se echaba al cuerpo era el toque ligeramente suave y miope del James Dean de Gigante. Porque daba igual que en la vida real ���el cine era el cine, etc��tera��� alguno tocara al mismo tiempo saxof��n y trompeta; el rastro que dejaban era lo importante: Rock Hudson siempre correcto, servicial y enamorado. El torso de Charlton Heston en El planeta de los simios. Los ojos de Montgomery Clift en aquella estaci��n de Roma, donde estaba para com��rselo. O, pasando a palabras mayores, Burt Lancaster revolc��ndose en la playa con Lana Turner, Cary Grant en el pasillo del hotel con Grace Kelly, Gary Cooper a cualquier edad y en donde fuera o fuese, y alg��n otro capaz de descolocar a una hembra como Dios manda y hacerle perder los papeles y la verg��enza: Robert Mitchum en El cielo lo sabe, por ejemplo. ����Ubi sunt, Reverte?��. Y no me vengas, a��ade Mar��a mordisqueando una aceituna, con que eran cosa del cine. Tambi��n en la vida real resultaban diferentes. ��Esos hombres que antes se habr��an tirado por la ventana que ir sin chaqueta y mostrar cercos de sudor, ��los imaginas saliendo a la calle en chanclas o ch��ndal, con gorra de b��isbol en vez de sombrero que poder quitarse ante las se��oras?... A��oro esos cuerpos gloriosos de camisa blanca y olor a limpio, o a lo que un hombre deba oler cuando, por razones que no detallo, no lo est��. No era casual, tampoco, que en las fotos familiares nuestros padres fueran clavados a Gregory Peck, o que hasta el m��s humilde trabajador pareciese cien veces m��s hombre que cualquiera de los mingaflojas que hoy arrasan entre las tontas de la pepitilla que se lic��an con Bruce Willis, con Gran Hermano o con tanta mariconada. ��Qu�� iba a hacer hoy Sophia Loren con uno de estos gualtrapas? Hasta los ni��os de antes, acu��rdate, procuraban caminar con desenvoltura, espalda recta y aire adulto, para dejar claro que s��lo los pantalones cortos les imped��an ser se��ores y llevarnos de calle a las ni��as. Hablo de hombres de verdad: masculinos, educados, correctos en el vestir, silenciosos cuando la prudencia o la situaci��n lo requer��an; torpes, t��midos a veces, pero fiables como rocas, o pareci��ndolo. Aunque te miraran el culo. Hombres con reputaci��n de tales, que te hac��an temblar las piernas con una mirada o una sonrisa. Se��ores a los que, como t�� sueles decir, era posible llamar de ese modo sin tener que aguantarse las carcajadas; a diferencia de ahora, que en los r��tulos de las puertas de los servicios llaman caballero a cualquiera.��

El Semanal 11 de mayo de 2008

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